El concepto de empresa como entidad económica cuyo fin último está basado exclusivamente en la rentabilidad económica ha quedado enterrado en el siglo XX. A menudo, en mis artículos hablo de las cualidades del liderazgo y de las competencias clave para alcanzar, desarrollar e implementar esta cualidad. Algunas son universales y atemporales, otras en cambio son absolutamente novedosas y se han revelado como imprescindibles en los últimos años, sobre todo a raíz de la crisis que hemos padecido entre 2008 y 2013, la más terrible desde el Crack de 1929 y que se ha llevado por delante, no solo el bienestar y los niveles de vida de inmensas capas de población trabajadora tradicionalmente conocida como “clase media”, sino modelos organizativos y empresariales que, en la nueva era que estamos alumbrando, sencillamente, ya no sirven.
Muchos expertos y directivos se resisten a admitirlo, pero yo tengo ya meridianamente claro que el concepto de empresa, como entidad económica cuyo fin último está basado exclusivamente en la rentabilidad económica, ha quedado enterrado en el siglo XX.
En el siglo XXI, la empresa se ha convertido en parte de un sistema social. Su viabilidad solo puede mantenerse en el tiempo si, además de los obvios e imprescindibles objetivos económicos cuales son, mejorar la productividad, optimizar el beneficio, ser más rentable que sus competidores y, por tanto, en una palabra, más exitosa, consigue también ser más útil socialmente, en extremo respetuosa con el medio ambiente y completamente disruptiva, apostando por la innovación. Dicho de otra forma; solo perdurará en el tiempo si todos ganan porque nos encontramos frente a un sistema que podríamos definir como un nuevo capitalismo: un capitalismo social donde domina la regla del ganar-ganar.
A nuevas empresas, nuevos líderes
La teoría reinante en los negocios hasta hace muy pocos años era la de que, los líderes “Alfa”, eran los mejores emprendedores y ejecutivos, los más capacitados para “sacarle brillo” a la cuenta de resultados. Directivos que reforzaban la importancia de mantener y preservar el tradicional modelo jerárquico de organización mediante un liderazgo autocrático.
Sin embargo, cada día es más evidente que el éxito está indisolublemente ligado a la necesidad de implantar la conocida como cultura “Beta”, basada en la colaboración, la generosidad, la comunicación, el trabajo en equipo y un liderazgo afiliativo e inspiracional. Sin duda el liderazgo “Beta” está íntimamente entrelazado con la eclosión definitiva de internet y de las redes sociales en nuestras vidas.
Pero el liderazgo Beta no está reservado a millenials y a directivos jóvenes. Todos deberíamos virar hacía esta nueva manera de liderar las empresas y su capital humano. Para entender mejor las claves de este liderazgo que está revolucionando todas las organizaciones a lo largo y ancho del mundo desarrollado, hay que tener claro en primer lugar cuáles son sus claves más sobresalientes.
La base es implantar un estilo de liderazgo horizontal, no jerárquico. Gracias a él, todos los que trabajan en una organización se sienten parte de un proyecto común. Esto es compatible con saber manejar los egos propios, del equipo y las estrellas del mismo. Fundamental es el líder, pero por brillante y faraónicamente remunerado que pueda estar, necesita estar rodeado de grandes equipos. Se nos escapa un poco el símil, pero vale la pena recordar la importancia de un Ronaldo o de un Messi… y la necesaria colaboración de todos los demás para ganar los partidos. Al final, los grandes equipos funcionan también como grandes corporaciones empresariales. Dominar el ego NO quiere decir NO triunfar, NO ser números UNO, en realidad es NO dejar que su sombra alargada anule el talento.
Colaboración, colaboración y más colaboración
Esto se consigue recompensando el comportamiento colaborativo y afiliativo. Al final alguien siempre deberá ser responsable -ese “último teléfono que suena”, por usar una frase de un gran líder, en este caso político, del siglo XX, como fue Felipe González- de las decisiones más cruciales, particularmente en las situaciones de crisis. Pero hay que permitir que todos sean y se sientan parte de los procesos, de su ejecución y especialmente sientan los valores, la misión y la visión de la empresa.
El líder Beta, ya lo hemos dicho, impulsa la innovación constante, la colaboración y el trabajo en equipo. Existen muchos ejemplos de esto. Voy a quedarme con uno; tal vez el que más me impresionó al principio de la década de los 90. El del ingeniero vasco José Ignacio López de Arriortúa.
Sin temor a equivocarme podría decir que fue uno de los precursores de estas nuevas maneras de gerenciar y dirigir una gran organización: nada menos que la General Motors. Innovó, aplicando originales y eficaces métodos de producción y compras que, aún hoy, se mantienen vigentes. Y en cuanto a las relaciones humanas, desde la cúpula, su equipo directivo, hasta la base, los obreros “del mono azul” que moraban en las cadenas de montaje, sencillamente las revolucionó. Y con notables dosis de humor, por cierto. Impusó la norma de llamar “señores trabajadores” a todos cuantos prestaban sus servicios en la multinacional. Implantó la costumbre de cambiarse el reloj a la mano derecha si en los distintos períodos a considerar se habían alcanzado determinados logros de calidad o de ventas. Fue un visionario genial; lástima que el final de su carrera se viera ensombrecido por escándalos de espionaje industrial que no empequeñecen un ápice su capacidad de adelantarse en más de dos décadas al estilo de liderazgo del siglo futuro. Innovación, pero también vivir la cultura del cambio como esencia de la empresa. Antes se hablaba de ciclos económicos de años, hoy un directivo de éxito adapta las organizaciones de forma constante.
En estas organizaciones, compartiendo los mismos valores y visión, los empleados no pueden por menos que se sentirse empoderados, cada uno a su nivel, y motivados para expresarse con libertad. Las culturas empresariales que triunfan son las que motivan a sus empleados a refrescar sus conocimientos y a mantenerse flexibles y creativos.
Los mejores equipos se conforman teniendo siempre presente un axioma: el todo, resulta al final mucho más grande y mejor que la suma de las partes individualmente consideradas. Y es que, tener el mejor conocimiento de uno mismo, como líder, pero también de su equipo y, en general, de todos los actores involucrados en la empresa, es vital. Si alguien no se ajusta a la cultura empresarial o no está cumpliendo con su trabajo, es ideal cambiarlo de forma inmediata, pero con sensibilidad.
Crear una cultura compartida
El liderazgo Beta se basa en la fluidez y en la flexibilidad… y debe proyectar integridad, honestidad y generosidad. Es típico de personas con mucho carácter, pero que esencialmente sean BUENAS PERSONAS. Porque, amigos y amigas, en las empresas privada y públicas, he visto líderes de todo tipo, pero lo que de verdad considero irrenunciable es que tendamos a buscar y a seleccionar profesionales y líderes que, antes de ser grandes profesionales, sean grandes personas.
En las empresas del futuro, TODOS deben conocer y ser partícipes, con pasión, de la cultura y de los valores que impregnan la organización. Todos deben estar suscritos a ellos. Así, el resultado parecerá más una orquesta sinfónica que un ejército de avanzada. A esto no es ajeno el que cargos y responsabilidades deben ir cambiando a lo largo de la vida de la empresa de forma más frecuente de lo que pasaba antes. Sentir la camiseta y tener orgullo de pertenencia no nos ata a las organizaciones, nos hace sentir parte de ellas y nos dice también cuando, por las razones que sean, es necesario buscar nuevos retos.
Uno de los grandes errores que cometen los emprendedores es el de que no actúan lo suficientemente rápido. Los mercados y las necesidades cambian continuamente. En los sistemas jerárquicos “Alfa” es muy difícil ajustar puestos o redefinir roles con la necesaria rapidez. En la cultura Beta sencillamente, se hace todos los días, es parte de su esencia, de su ADN.
Favorecer la diversidad
Cada día es más clave seleccionar bien a los mejores colaboradores. Esperar a la persona perfecta -que pudiera, sencillamente, no existir- puede ser un grave error. Al contratar a un nuevo miembro, se debe tenerse en cuenta su potencial y su pasión. Los equipos mejores están siempre conformados por personas que piensan de diferente manera. Es un error intentar buscar personas que se ajusten a un molde muy rígido, LA DIVERSIDAD es uno de los mayores aceleradores del éxito. Nos movemos en una sociedad diversa, multicultural y globalizada. Gestionar esta diversidad de forma correcta es necesario y supone una oportunidad competitiva enorme para cualquier entorno laboral, en todos los sectores. Gestionar el capital humano creyendo en la importancia de la diversidad es asegurar Es determinante pues, la IGUALDAD, respetar LA CONCILIACIÓN, frenar las individualidades y contagiar y proyectar éxito.
No todos necesitan ser superestrellas
Las superestrellas muchas veces no pasan el balón, simplemente “lo tiran”. No todos quieren subir, “trepar”, ascender en la organización; consideran sabiamente que es mejor moverse a través de ella. Existen impecables “segundos” que saben que no servirían como líderes o a los que, sencillamente, no les interesa serlo. Y que consideran que tanto para ellos como, seguramente, para su empresa, que “es mejor influir que mandar”.
El líder Beta debe convertirse en el “patrocinador” de sus empleados y darles la capacitación y el entrenamiento que necesitan para conseguir su mejor desempeño. Debe usar su tiempo para escucharlos y, después, brindarles lo que requieren para triunfar.
Tan es así, que los mejores sabios, emprendedores y managers del mundo, han descubierto que es mucho más efectivo liderar a través de la influencia y la colaboración, en lugar de depender del miedo, la autoridad y la competencia. Es el nuevo paradigma del éxito en el retador mercado actual. Un mercado donde es fundamental tener tatuada en la organización la necesidad del éxito, pero también de la FELICIDAD. Pensar que el concepto de felicidad pertenece solo a la vida personal es un gran error.
Si no te has reconocido en nada o en muy pocas de las cualidades que he destacado en este artículo, creo que NO estás por el buen camino. Tal vez la guía que has utilizado hasta ahora para triunfar no es la adecuada o necesita, al menos en parte, pasar por una pequeña ITV. ¡Hazlo!, pasa por ella y TRIUNFA siendo feliz.