Tantos años conociendo líderes me han conducido, inevitablemente, a analizar también a fondo el perfil de todos estos mangantes profesionales que, como un cáncer, están metidos en la sociedad. A menudo se dice que los corruptos cuentan con una personalidad psicopática, en cuanto tienen el corazón «acorazado», son incapaces de sentir afecto o empatía alguna y mucho menos de manifestar sentimientos y emociones. Carecen de sentido de la responsabilidad y de un elemental sentimiento de culpa y operan como si estuvieran dopados, anestesiados. Lo único que les interesa es su propio beneficio, poder, fama y dinero y para su consecución utilizan cualquier estrategia.
Dejó escrito Maquiavelo que el fin justifica los medios. Como cualquier otro psicópata, estos elementos saben que cualquier estrategia es buena para llegar al que para ellos constituye el sumo placer: anular la voluntad del otro para explotarlo y demostrar su superioridad, además de su desprecio hacia su víctima. Se sienten más listos que nadie y actúan como si todos les debieran algo, como si hubieran nacido con poderes especiales y para conseguirlo todo.
Suelen actuar como lo hacen unos auténticos depredadores: atacando primero a quienes más cerca tienen, ya sean familiares, amigos o empleados más cercanos y de máxima confianza. Luego van extendiendo sus tentáculos a todos aquellos que pueden ayudarles a alcanzar sus metas: dinero, fama o poder, o las tres cosas juntas.
Para que la corrupción se considere sistémica, son clave tres etapas: la primera es implicar a todas las personas cercanas; en segundo lugar, entrar como una epidemia en las instituciones y, tercero, que la justicia esté metida en el ajo. Cuando este ciclo enfermizo haya ocurrido, un país puede considerarse enfermo de corrupción sistémica. Dejo a los lectores opinión de dónde hemos llegado en España.
Para poder desarrollar sus planes corruptos, estos elemento podridos de la sociedad suelen entrar en grupos sociales públicos o privados diferentes y, como camaleones, derrochan su enorme fascinación y habilidades sociales. Para conseguirlo se muestran cariñosos, empáticos, éticos, falsamente preocupados por los valores y los derechos humanos. Usan todos los medios posibles para ganarse la confianza de los demás, pero en realidad son unos bipolares emocionales que son incapaces de sentir ningún tipo de generosidad real y todo lo que hacen es para conseguir realizar sus propios planes, a menudo delictivos.
Suelen ser intelectualmente arrogantes, distantes, narcisistas, caprichosos, ególatras y a menudo, con un nivel intelectual superior a la media. Suelen abusar del poder que consiguen en las instituciones públicas y privadas. Cuando se sienten acorralados suelen reaccionar con violencia y echando balones fuera.
El Corruptómetro: guía imprescindible para moverse entre corruptos y no morir en el intento
¿Podemos reconocer un corrupto? ¿Hay manera de evitar ser manipulados por estos criminales? He intentado realizar un pequeño catálogo de los rasgos más comunes que presentan las personas corruptas, según muchos estudios:
- Son manipuladores.
- Tienen carisma y una personalidad fuerte y magnética. A menudo son muy coquetos.
- Tienen muy claro lo que quieren.
- Son mentirosos compulsivos y enfermizos. A menudo buenos actores que suelen llegar a creerse sus propias mentiras.
- No tienen valores morales ni éticos.
- Son ególatras. Todo lo que hacen está enfocado a satisfacer sus propias necesidades y su ego. A menudo se comportan como niños caprichosos. Suelen tener el síndrome de Peter Pan.
- Tienen tendencia a la violencia física o psicológica o ambas.
- Son fríos y calculadores.
- No tienen miedo y a menudo son imprudentes.
- Suelen ser estructurados mentalmente y muy inteligentes.
- Son individuos sin control de sus emociones ni de sus impulsos.
- Suelen actuar de forma impune pensando que están por encima del bien y del mal y que nadie les va a pillar nunca.
Está claro que esta NO es ninguna receta que nos vacune contra los corruptos, pero es bueno que tengamos estas ideas muy en cuenta para evitar, en la medida de lo posible, que puedan arruinar nuestras vidas.
Nunca olvidemos que hablamos de corrupción y casi siempre nos referimos a esta lacra pensando en los políticos. En realidad, está metida en toda la sociedad. Desde las pequeñas corruptelas a los desfalcos de empresas e instituciones públicas, toda forma de corrupción tiene que ser combatida y abatida con la misma virulencia y constancia.
Tampoco nos dejemos engañar por aquellos que se educan en la frase manida: la corrupción es parte de la condición humana. Es una estupidez enorme, porque la corrupción es parte de la condición de los corruptos y no de todo el mundo.